Los aficionados a la Astronomía en Cantabria hemos efectuado un desplazamiento a Francia para poder observar este acontecimiento.
A las 4 de la tarde del lunes 9 de agosto, el autobús partía de Santander. El grupo, de 54 personas, estaba integrado por socios de nuestra Agrupación, así como de la Asociación Astronómica Universitaria Cassiopeia, y por observadores venidos de lugares tan diversos como Asturias, País Vasco, Castilla-León, Madrid, Valencia y varias zonas de Cantabria. Dimos la bienvenida también a personas procedentes de Argentina, Colombia y Venezuela. Algunos de ellos habían presenciado ya varios eclipses totales.
Durante ese día y el siguiente, los ánimos se mostraban ilusionados. Se hablaba de técnicas de fotografía, de telescopios y prismáticos, de filtros, de diafragmas, de cómo preparar los detalles de la observación... y un protagonista indiscutible: el parte meteorológico. La noche del 9 al 10 el cielo estuvo totalmente despejado, aunque el día 10 aparecieron algunas nubes. Los periódicos rodaban de mano en mano, anunciando en sus páginas cierta mejoría del tiempo. Por algún motivo, todo el mundo se mostraba muy optimista a este respecto.
Durante la madrugada del 10 al 11 estuvimos viajando hacia el lugar elegido. Nuestro propósito era buscar un punto adecuado en la carretera entre Reims y Laon. Cuando faltaban unos 10 Km para Laon, pasado el pueblo de Corbeny, encontramos lo que parecía un lugar conveniente, una explanada junto a una pequeña carretera local, prácticamente sobre la banda de centralidad. Tendríamos así una ocultación total del Sol durante 2 minutos y 16 segundos. Quizá al lugar le faltaba algo de visibilidad hacia el horizonte Oeste, pero aun así decidimos establecernos allí. Apenas empezaba a clarear el día, y ya había por la zona algunos coches aparcados e incluso gente durmiendo. Así que comenzamos a montar trípodes y telescopios y a sacar los aparatos de mediciones meteorológicas, y nos dispusimos a esperar. A diferencia de la noche anterior, el cielo estaba completamente nublado. No obstante, parecían ser nieblas bajas, que se desvanecerían con el amanecer.
Durante la espera, cada subida del termómetro electrónico, aunque fuese una décima de grado, y cada bajada del higrómetro, aunque fuese un punto, era acogida con alborozo. El amanecer era frío y húmedo, pero aún era temprano y había tiempo de que aquello cambiase. Vigilábamos constantemente el cielo, buscando claros. En cierto momento comenzaron a apreciarse ciertas transparencias en la niebla que dejaban intuir el azul. Poco después un claro en el Este nos mostró, por primera vez en el día, el Sol.
Hacia las nueve se acercó a hablarnos alguien que venía en un tractor, y lo primero que pensamos era que iba a acarrear algún problema el colocarnos en aquel campo, pero muy al contrario y para nuestra sorpresa, el lugareño (bien informado sobre el eclipse y equipado ya con gafas de mylar) nos ofrecía la posibilidad de trasladarnos a otro campo suyo, unos 500 metros más allá, pues era un lugar alto y con mejor visibilidad hacia la llegada de la sombra por el horizonte Oeste. Así que, después de tomar un café en un puesto ambulante que alguien -con buena visión comercial, desde luego- había instalado por allí, nos movimos al nuevo emplazamiento. Era un campo llano, de trigo segado, y desde el que se dominaba toda la llanura circundante. A lo lejos se distinguían otros grupos de observadores.
Re-instalados los equipos, faltaba ya poco para el comienzo del eclipse, y el estado del cielo había ciertamente mejorado, pues se abrían algunos claros, así que, aunque distaba de estar totalmente despejado, todos nos preparábamos con el mismo afán y dedicación que hubiésemos mostrado en un día radiante. Nuestro equipo constaba de tres telescopios reflectores (para utilizar tanto por proyección como con filtros en el objetivo), varios prismáticos, cámaras de foto y vídeo, pantallas para bandas de sombra, brújulas, termómetros digitales y de mercurio, higrómetros, fotómetros y cronómetros. Todo el mundo trabajaba febrilmente para estacionar los telescopios, ajustar los filtros, colocar diafragmas, situar bien los aparatos de medida, sincronizar los cronómetros, comprobar que todo funcionaba como era debido...
Debido a las nubes, no pudimos observar el primer contacto entre los discos solar y lunar. No obstante, unos quince minutos después, un claro nos permitió obtener la primera imagen del Sol. Fue un momento de alegría y de asombro en que todos pudieron por fin utilizar sus gafas de mylar o filtros de soldador para ver el Sol ocultado ya parcialmente. Gritos y aplausos se oyeron por toda la llanura. Fue posiblemente uno de los momentos más emocionantes. A partir de ese momento pudimos obtener imágenes a través de nuestros telescopios y prismáticos por proyección y con filtros, realizar fotografías...
Unos 10 ó 15 minutos antes de la totalidad, y a pesar de las nubes que ocultaban el Sol en ese momento, comenzó a apreciarse un descenso en la luminosidad del entorno. Por su parte, las agujas de los aparatos de medida comenzaron un movimiento continuado, indicando la variación de luminosidad, humedad y temperatura, mientras que visualmente la luz daba la impresión de disminuir por "escalones". A los pocos minutos, el oscurecimiento empezó a ser algo inusual y espectacular, pasando de una luminosidad de atardecer a una penumbra de carácter difícilmente descriptible. La luz se hacía macilenta, como enrarecida.
A cada bajada de la luz que nuestra vista percibía, pensábamos que se trataba ya del oscurecimiento definitivo. Y sin embargo, la luminosidad continuaba bajando.
Y mientras la iluminación del entorno descendía vertiginosamente, a través de los claros entre las nubes notamos cómo el cielo adquiría una extraña coloración de un tono azul grisáceo. A la vez, las personas y los objetos de alrededor adoptaban tonalidades pálidas mientras los fotómetros seguían indicando una rápida disminución en el brillo del cielo.
Y poco después llegó la sombra. No era una oscuridad como la de la noche, sino más bien semejante a la que se produce en las tormentas o galernas del Cantábrico, pero en grado sumo. A pesar de que se seguían distinguiendo los grupos de observadores en la lejanía, la oscuridad sobre nuestras cabezas era muy intensa. Los objetos a nuestro alrededor adquirieron una tonalidad amarillenta. Se hizo el silencio durante unos segundos, hasta que de repente varias voces gritaron: "¡Mirad el horizonte!" Efectivamente, la luz que se filtraba desde más allá de la sombra lunar iluminaba las nubes, dándoles coloraciones muy diversas y hermosas: amarillo, anaranjado, rosado, como un atardecer que se extendiese circularmente a nuestro alrededor.
La emoción del momento hizo que el tiempo pareciese comprimirse en aquellos dos minutos durante los cuales el silencio alternaba con las exclamaciones de asombro. Sólo los flashes de las cámaras iluminaban el ambiente. En aquel momento ya no pensábamos en observar la corona solar, que las nubes nos ocultaban, sino en tratar de obtener todos los datos que fuese posible durante aquellos instantes, en la medida en que nos lo permitiesen la sorpresa y el desconcierto que produce -por mucho que uno vaya preparado- el encontrarse bajo la sombra lunar.
Según nuestros aparatos de medida, la humedad pasó del 80 al 100%, mostrando la repercusión del fenómeno sobre las condiciones atmosféricas. La temperatura disminuyó aproximadamente 5 grados, aunque alcanzaría su mínimo no durante la totalidad, sino 10 minutos después.
Y de repente, llegó la luz. Fue como si todo el cielo se levantase. A diferencia de las graduales bajadas de luz que precedieron a la totalidad, la llegada de la claridad fue definida e indudable. Una luz pálida comenzó a inundarnos y a aumentar después progresivamente. La aguja del fotómetro comenzó a subir tan rápidamente como antes había bajado, y la luz fue haciéndose más intensa y menos amarillenta. El color del cielo volvió a ser más azul.
Aproximadamente media hora después del tercer contacto, volvimos a ver el disco solar y pudimos observar cómo emergían del limbo lunar los grupos de manchas que nuestra estrella presentaba aquel día.
Justo al acabar la observación, recibimos en nuestros teléfonos móviles las llamadas de los medios de comunicación de Cantabria, que estuvieron en todo momento pendientes de nuestra expedición.
Pasada la observación del eclipse, aún tuvimos tiempo de hacer turismo. Al toparnos con la congestión de tráfico que había entre Laon y Reims, tomamos conciencia del movimiento de masas producido por el eclipse. Como ejemplo digamos que la ciudad de Reims estaba rebosante de gente que comentaba el eclipse en todos los idiomas por las calles, entre puestos de gafas de mylar, venta de posters y camisetas alusivas al tema, escenarios de música frente a la Catedral (alguien le había puesto gafas de mylar a la estatua de Juana de Arco)... Incluso nos encontramos allí con compañeros de otras Agrupaciones españolas.
Aunque las nubes nos impidieron, por desgracia, realizar las observaciones que teníamos previstas sobre la corona solar, el haber asistido a un fenómeno como la llegada de la sombra es algo que quedará indeleblemente grabado en nuestra memoria.
Además del grupo de 54 observadores instalados en las proximidades de Laon, algunos de nuestros compañeros se han desplazado a otros puntos situados a lo largo de la franja de totalidad en Francia, Alemania, Hungría, Rumanía. A estos hay que añadir los observadores que se quedaron en Santander.
LAON:
Nuestro grupo se situó 10 Km al Sur de Laon, junto al pueblo de Corbeny.
Se tomaron registros de la variación de parámetros meteorológicos
- Temperatura (mediante termómetro de mercurio y termómetro digital)
- Humedad (mediante higrómetro)
- Iluminación (mediante fotómetro)
Estos son los datos y gráficas obtenidos por Javier Ruiz.
Hora (TU) |
Temperatura (ºC) (termómetro ennegrecido) | Temperatura (ºC) (termómetro digital) | Humedad (%) | Iluminación (lux) |
Exponemos aquí los datos recogidos en nuestra observación. Estos son principalmente datos meteorológicos dado que las nubes nos impidieron observar la corona solar y el cielo estrellado.
La temperatura fue obtenida con 4 termómetros. Uno de mercurio (gráfica 2) y otro digital (gráfica 3), fueron colocados a la sombra. De los otros dos, también de mercurio y situados al Sol, uno era normal (gráfica 1) y el otro estaba ennegrecido para que actuase como "radiómetro" (gráfica 4).
Antes del viaje se detectó un error sistemático en el termómetro digital de manera que medía aproximadamente 1º más de temperatura que los demás. Por otra parte, su gráfica es mucho más suave a causa de la inercia que presentaba el aparato.
Para obtener la humedad utilizamos un higrómetro, también digital. En cuanto a la luminosidad empleamos un fotómetro digital dirigido al cénit, aunque con ciertas limitaciones dado que el tope de la escala estaba situado en 2000 lux y su resolución tampoco permitía medir luminosidades muy débiles. Por esa razón los datos están restringidos a los instantes inmediata-mente anteriores y posteriores a la totalidad.
La observación tuvo lugar en un punto de coordenadas 3º48'36"E +49º28'57" situado ligeramente al Norte del pequeño pueblo de Corbeny, en la carretera entre Reims y Laon.
El primer contacto estaba previsto para las 9h 6m pero las nubes sólo nos permitieron la observación del Sol a las 9h 22m (todas las horas en U.T.) y durante unos 10 minutos. La Luna ya ocultaba aproximadamente 1/3 del diámetro solar. En esos momentos los termómetros registraron un pico en la temperatura, que subió hasta los 20º. El segundo pico se produjo a las 9h 55m cuando se abrieron nuevos claros y con el Sol ya ocultado entre un 50 y un 75%. No obstante, en aquellos momentos veíamos unas nubes bastante densas que se aproximaban desde el Norte y a las 10h empezó a llover. El agua obligó a proteger algunos instrumentos, lo cual explica el intervalo sin datos en las gráficas.
La lluvia duró casi 15 minutos y cuando cesó observamos una caída de la temperatura hasta los 14º, el aumento de la humedad, que rebasaba ya el 90% (gráfica 5) y, sobre todo, las primeras variaciones del fotómetro. Con el Sol ocultado casi en un 95%, la luminosidad estaba por debajo de los 2000 lux (gráfica 6) y, posiblemente uno de los hechos más espectaculares del momento fue comprobar cómo la aguja de este instrumento iba marcando en tiempo real la disminución de la luz ambiente.
Gráfica 5 | Gráfica 6 |
Las dos líneas verticales punteadas delimitan la fase total del eclipse. Hacer click para ver más grande. |
A partir de esos instantes la temperatura se mantuvo prácticamente estable en torno a los 14º mientras la humedad llegaba a valores de saturación (100%).
La presencia de las nubes hizo que hasta momentos antes de la totalidad no estuviese claro hasta qué punto la oscuridad del entorno era debida al eclipse, aunque a través de algunos huecos distinguíamos el cielo con un color azul apagado y algo "grisáceo".
La llegada de la oscuridad no ocurrió súbitamente aunque sí de forma bastante rápida. Como podemos imaginar, las reacciones fueron muy diversas, desde los gritos y la alegría, hasta un cierto desconcierto o incluso desilusión porque "no se hizo de noche". En efecto, la luminosidad ambiente de un eclipse depende de la luz que llega por el horizonte desde más allá de la sombra lunar y, por tanto, depende del tamaño de dicha sombra. Con un eclipse que dura algo más de 2 minutos era de esperar que la oscuridad no fuese total y que se pudiesen distinguir objetos incluso en la lejanía. No obstante, aquellos que tenían una idea quizás más aproximada de lo que podía ocurrir, sin duda se sintieron más impresionados por la "calidad" de la luz que por el oscurecimiento del entorno. Es posible que el motivo sea que estamos acostumbrados a que el cielo sobre nuestras cabezas sea más luminoso que cuando dirigimos la vista al horizonte. En un eclipse esta situación se invierte y la única luz que llega proviene del horizonte y a eso habría que añadir la presencia de las nubes, que ayudaron a difundir la luz iluminándose "desde abajo". Es difícil encontrar un símil adecuado aunque quizás con lo que mejor podría compararse es con la formación en el cénit de una gigantesca nube de tormenta.
El horizonte también adquirió tonalidades muy diversas que variaron desde el amarillento hasta el rojo dependiendo de la zona y del observador.
La sombra se fue tan rápido como llegó aunque ahora la variación de luz se apreció mejor, posiblemente porque nuestras pupilas estaban dilatadas. La temperatura mínima se registró unos 10 minutos después de la totalidad debido a la inercia de la atmósfera que no responde inmediatamente a los cambios en la radiación que recibe del Sol. El aumento se empezó a notar a partir de las 10h 50m, a medida que salíamos del eclipse y se abrían algunos claros.
La humedad alcanzó el 100% en el momento de la totalidad y se mantuvo así durante la siguiente media hora. Posteriormente volvió a disminuir hasta los valores que tenía al comenzar el eclipse. En cuanto a la gráfica del fotómetro, presenta una cierta asimetría que pensamos que puede deberse a la nubosidad.
El viento no sufrió cambios intensos, seguramente porque las nubes amortiguaron los efectos del eclipse en a atmósfera. Durante la totalidad sopló con fuerza 1-2 en la escala de Beaufort, oscilando entre 2 y 3 antes y después. Algunos observadores indicaron, de forma cualitativa, que el viento bajó de intensidad en los momentos de la totalidad.
Para finalizar este repaso de los datos obtenidos en Francia hay que mencionar un hecho sorprendente e inesperado. Observadores situados a varios metros de distancia y que obtenían datos de forma independiente, notaron fuertes variaciones de luminosidad, como si el descenso y el aumento de luz ambiente se produjera a escalones o de forma discontinua. Así figura tanto en los comentarios incluidos en las grabaciones de las cintas magnetofónicas y de vídeo como en los testimonios recogidos después del eclipse. En estas grabaciones aparecen de forma unánime al menos dos escalones que se produjeron unos dos minutos antes y después de la totalidad. A las 10h 22m el fotómetro registró una caída más fuerte aunque es difícil saber si se trata de un error (desgraciadamente no se pudo obtener una medida a las 10h 28m).
Explicar este hecho no es fácil dado que la ocultación del disco solar tiene lugar de forma gradual. Por otra parte, las nubes eran relativamente uniformes y en un intervalo de tiempo tan corto no mostraron cambios sustanciales. Quizás habría que recurrir a algún proceso ocular relacionado con la percepción de bajas luminosidades. Por supuesto agradeceríamos la ayuda de alguien que nos proporcionase la explicación a este fenómeno.
Puedes pinchar en las fotos para verlas más grandes. Todos los tiempos figuran en T.U.
Entre los observadores desplazados a distintos puntos de la franja de totalidad, el más afortunado fue Alberto Sicilia, que en Hungría encontró cielos despejados y pudo observar el fenómeno en su totalidad. Ver aquí su relato.
Como imagen curiosa destacamos ésta de la izquierda.
Uno de los muchos fenómenos curiosos que se pueden ver durante un eclipse, son las pequeñas imágenes del Sol que se proyectan en el suelo a través de los huecos que quedan entre las hojas de los árboles. Normalmente dichas imágenes del Sol son circulares, pero durante la fase parcial de un eclipse se aprecia en ellas la forma del disco solar parcialmente ocultado.
Foto tomada por Alberto Sicilia García.
SANTANDER:
Datos de temperatura e iluminación, obtenidos por José Blanco Cavada en la zona centro de Santander:
Hora (T.U.) | Temperatura (ºC) | (lux/m²) |
Esta es la representación gráfica de los datos anteriores (temperatura e iluminación, respectivamente):
Se aprecia por tanto una importante disminución de temperatura y luminosidad en torno a las 10:11 que fue el momento de máxima ocultación. Asimismo, la intensidad del viento aumentó durante el máximo del eclipse, a pesar de no contar con un cielo totalmente despejado. Algunos observadores han descrito que durante una media hora en torno a la totalidad, el cielo aparecía de un azul intenso en la parte superior y de un azul más pálido en la parte inferior. Hacia el Oeste ambas zonas aparecieron nítidamente delimitadas por una "línea" horizontal situada a unos 20º de altura.
Otros efectos producidos por el eclipse: los pájaros de la ciudad buscaron refugio, las palomas se posaron agrupadas en los tejados, las flores nocturnas comenzaron a abrirse, el alumbrado público se encendió...
Santander fue la capital con mayor índice de ocultación de España. La siguiente imagen muestra la fase máxima (82% del diámetro solar ocultado), a las 10:11 T.U.
Sin embargo el tiempo en Santander fue algo brumoso, por lo que no fue fácil obtener buenas fotografías.
(Foto: Juan José Zubieta).