Alberto Sicilia García
Cada año, el IAYC (International Astronomical Youth Camp) tiene lugar en algún punto de Europa. Alrededor de setenta personas venidas de muy variados países e incluso continentes conviven durante tres semanas. Su edad está comprendida entre los 16 y 24 años y tienen un interés común: la astronomía. Este año, coincidiendo con el Eclipse total de Sol que cruzaría toda Europa, el IAYC se celebró en la zona Oeste de Hungría, no muy lejos de la frontera austriaca, teniendo como base el castillo de la localidad de Vép (Shombathey).
Los tres días anteriores al eclipse, el gran tema de conversación (y ante todo de preocupación) de todos los participantes en el campamento eran los partes meteorológicos que a diario, bien mediante la televisión húngara, bien Consultando Internet, nos iban llegando. No eran nada halagüeños: había dos grandes frentes nubosos sobre toda Europa y las probabilidades de tener cielo despejado descendían alarmantemente.
La tarde del día 10 llegaron al campamento los científicos de la Agencia Espacial Europea que iban a seguir el acontecimiento en directo y el conocido astrónomo alemán Erich Karkowska, descubridor del último satélite de Urano, que además es seguramente la persona que más eclipses totales de Sol ha observado jamás: éste sería su decimotercero. Karkowska pronunció una interesante charla sobre los acontecimientos que se desarrollarían antes, durante y después de la totalidad, así como la mejor manera de observarlos, mientras que el personal de la ESA nos explicó los estudios de la corona que realizarían a partir de la comparación de las fotografías de la totalidad con las del SOHO.
Esa misma noche tuvimos una reunión con el coordinador general del IAYC y nos explicó que él no podía asegurar nada acerca del eclipse, pero que aún nos quedaba alguna posibilidad: que el frente que estaba al Este pasase esa noche sobre nosotros y en las horas del eclipse estuviéramos justo entre el uno y el otro, y en tal caso el buen tiempo estaba casi asegurado. Así que desde ahí hasta el comienzo del siguiente día hubo apuestas, debates entre optimistas y pesimistas, conversaciones acerca de cómo celebrarlo si lo veíamos o qué hacer si no podíamos, rumores de que la gente de ESA se habían marchado hacia Rumanía... Para ser sincero yo era de los que estaba seguro que la suerte nos daría la espalda, así que dormí bastante tranquilo.
El día 11 amaneció bastante nuboso, lo que vino a convencerme un poco más en mis negativas predicciones. Teníamos el desayuno a las 8:30 de la mañana, así que comimos algo (en un silencio sepulcral), se nos repartió el 'lunch packet' para media mañana y cada uno se puso a preparar lo necesario. Hacia las 10:30, el cielo empezó rápidamente a abrirse. Eran los primeros rayos de Sol que habíamos visto en los últimos dos días.
De camino al campo de observación (nos desplazamos a un par de kilómetros del pueblo para tener un horizonte despejado y un amplio lugar de observación para las más de 100 personas que nos habíamos juntado), el Sol brillaba con fuerza y parecía que definitivamente que nadie nos podía quitar la oportunidad de observar la totalidad.
Cuarenta y cinco minutos antes del primer contacto, estábamos ya todos preparados: telescopios instalados, cámaras a punto, una gran pieza de papel en el suelo para observar las bandas de sombra, e incluso algunos empezaban a hacer ya uso del 'lunch packet'. Además los científicos de la ESA estaban en contacto con las otras cuatro estaciones que la Agencia Europea había situado a lo largo de la franja de totalidad para seguir el eclipse, de donde iban llegando poco a poco informaciones sobre los acontecimientos que observaban antes que nosotros.
El primer momento de gran emoción se produjo en el instante del 'primer contacto': sólo los que estaban ante un telescopio pudieron observar casi instantáneamente ese ínfimo mordisquito que señala el comienzo del eclipse. Para los que lo vimos sólo a simple vista fueron necesarios un par de minutos más para apreciarlo.
Pocos minutos después del primer contacto, empezamos a divisar en el horizonte Oeste una tremenda cantidad de nubes, aunque confiábamos en que pasarían a mucha distancia sin rozarnos. Pero desde ese momento el movimiento de las nubes hacia nosotros se hizo tan implacable, como lento el de la Luna.
El día 11 se podían observar al menos dos grupos de manchas claramente definidas sobre la superficie solar. Uno de los momentos más espectaculares de la fase parcial es precisamente la ocultación de las manchas por el limbo lunar, que pudimos ver gracias a lo telescopios e incluso por medio de la proyección sobre cartón blanco con unos prismáticos 11x80.
La luz ambiental se mantuvo más o menos constante hasta llegar a una ocultación del 75-80%. Desde entonces hasta otro tanto pasada la totalidad hay un periodo en el que la iluminación comienza a hacerse cada vez más y más oscura: parece que estás viviendo dentro de un sueño. Es realmente una de las sensaciones más extrañas que he vivido en la vida: miras al cielo y ves el Sol brillando en el cénit y miras al suelo y asegurarías que el Sol está poniéndose.
En este cambio de ambiente no pude observar como cambia el comportamiento en otras especies de animales, pero en una en concreto sí: la gente que tenía a mi alrededor saltaba, corría, gritaba, se tropezaba con los telescopios, cantaban, bailaban... Conclusión: en los minutos anteriores de la totalidad el hombre siente una extraña ansiedad por convertirse en mono, os lo aseguro.
Otro maravilloso fenómeno, que si pude registrar fotográficamente es que dentro de la sombra de los árboles, en cada pequeño agujerito brillante que se forma al entrar un poco de luz entre las hojas se veía el eclipse, mejor dicho, se veía que esos 'agujeritos' luminosos tenían precisamente la forma de la parte del disco solar que aún no había sido ocultada. El mismo efecto podíamos conseguir si cruzabas los dedos de tus manos, dejando unos huequecitos suficientemente pequeños entre ellos.
Otro de los hechos que más ilusión me hizo antes de la totalidad fue poder ver Venus, por cierto no muy lejos del disco solar. Como no quedaban más de quince minutos para la totalidad y teniendo en cuenta nuestro estado nervioso, decidimos no mover el telescopio y dejar la observación del planeta para después de la totalidad.
Pero no todo podía ser perfecto: las nubes se habían acercado lo suficiente para empezar a preocuparnos y cinco minutos antes del eclipse nadie de los que allí estábamos podíamos asegurar que nos dejarían ver el fenómeno.
Los últimos dos minutos antes de la totalidad son especialmente emocionantes: a través de las gafas vas viendo que cada vez queda un poco menos y menos de Sol. Miré al horizonte unos 20 segundos antes del tercer contacto, y en la zona Oeste de donde venía la sombra, se veían las nubes lejanas totalmente negras. Los últimos cinco segundos son como cuando se apaga el filamento de una bombilla, hasta que dejas de ver nada y has de quitarte las gafas.
Es entonces cuando se produjo el espectáculo natural más impresionante que he visto en mi vida: puedes observar a simple vista una tremenda corona que rodea de manera bastante homogénea todo el disco solar (por estar cerca del máximo). No recuerdo demasiado bien lo que hice durante los casi dos minutos y medio que hay entre el tercer y cuarto contacto, sé que miré un par de veces por el telescopio (se distinguía una gran protuberancia), y sobre todo te quedas absolutamente atontado con los ojos fijos en la imagen.
Pero como todo lo bueno, enseguida se acaba: eso sí, el final con el anillo de diamantes es algo que jamás olvidaré, aunque pensé que duraría mucho más: a los dos o tres segundos de finalizar la totalidad ya estás deslumbrado.
Se me olvidó hacer muchas cosas (bandas de sombra, mirar el termómetro...) pero es difícil acordarse de algo en esos instantes...
La explosión de júbilo se produjo nada más concluir el tercer contacto: brindis, abrazos, canciones... y todavía tuvo más gracia cuando las nubes cubrieron el sol cinco minutos después (ya sólo pudimos ver unos instantes antes del cuarto contacto).
Así que esa noche organizamos la gran fiesta del eclipse, .....y comimos perdices.