Artículo publicado en el boletín "ESTELA", Nº 89, Mayo-Junio 2000. Rogamos se cite su procedencia en caso de reproducirlo total o parcialmente.
Javier Ruiz
ATENCIÓN:
No se debe mirar al Sol directamente y menos con ningún instrumento óptico, ni usar filtros inadecuados (negativos velados, radiografías, CDs...) ya que supone un riesgo para la vista. Se pueden producir lesiones oculares permanentes e incluso ceguera, y ello sin darnos cuenta, ya que las quemaduras en la retina son indoloras. Nuestra Agrupación dispone de gafas de eclipse, de filtro solar homologado con certificado europeo. PVP: 3€. Con ellas se puede observar el Sol sin peligro para la vista. También es válido el vidrio de soldador del número 14 o superior. Las gafas de eclipse no se deben utilizar con prismáticos o telescopios, es muy peligroso. Sí pueden usarse con gafas graduadas o lentillas.
¿Se puede observar el Sol a simple vista? ¿Se distingue algún detalle? ¿Cabe esperar algún resultado de las observaciones? La respuesta a todas estas preguntas es afirmativa y en este articulo intentaremos explicar el cómo y el porqué.
Junto con la Luna, el Sol es el objeto celeste más fácil de observar pero también el más peligroso. Al contrario que el resto de las observaciones astronómicas, en las observaciones diurnas se trata de reducir la cantidad de luz que reciban nuestros ojos para evitar daños en la retina. Son muchos los materiales absorbentes que permiten hacer esto pero es preferible desconfiar de la mayoría de ellos. Entre los recomendables están las famosas gafas del eclipse. Como la mayoría de nosotros no volveremos a observar un eclipse en los próximos años, he aquí una buena forma de aprovecharlas. Otro material que nos puede servir son los filtros de soldador, que también se popularizaron durante el eclipse del pasado mes de Agosto. Hay que elegir el más denso que encontremos (preferiblemente uno del nº 14). Si en la tienda no tienen ese número, podemos elegir uno algo mas transparente aunque para usarlo debemos evitar que la luz del Sol llegue perpendicularmente al vidrio: inclinándolo más o menos graduaremos la luminosidad de la imagen adaptándola a las necesidades. Otros materiales, como el mylar, son mas caros y difíciles de conseguir (un filtro de soldador podemos encontrarlo en cualquier ferretería por unas 400 pesetas).
Cuando miremos al Sol, ya debidamente protegidos, veremos el disco brillante y posiblemente nada más. Si es así, fijémonos con mas atención o probemos suerte otro día. Con un poco de paciencia percibiremos las primeras manchas. Mientras que con un telescopio pueden apreciarse todo tipo de estructuras, a simple vista solo distinguiremos unos diminutos puntos negros. La observación a simple vista tiene ventaja de que es muy fácil de hacer (bastan 2 ó 3 minutos con un filtro que cabe en el bolsillo), pero el inconveniente de que el número de manchas que podemos ver es mucho menor que con el telescopio. Estamos en pleno máximo de actividad y las probabilidades juegan a nuestro favor pero, aun así, nos encontramos con muchos días sin manchas, aunque también son posibles situaciones como la del pasado mes de diciembre, cuando se pudieron observar 3 manchas simultáneamente durante varios días.
Llegados a este punto quizá pensemos que, al lado de una imagen telescópica, la observación a simple vista carezca de valor. Nada mas lejos de la realidad. El número de Wolf (R) que obtenemos con el telescopio es un recuento hecho a partir del número de grupos y de focos. Un incremento de R puede deberse a la presencia de muchos pequeños grupos con pocos focos, a la aparición de algunos grupos muy grandes y masivos con numerosos focos, o a ambas cosas a la vez. Cuando observamos a simple vista estamos filtrando todos los grupos pequeños quedándonos solo con los de mayor tamaño, es decir, estamos seleccionando un tipo de actividad muy concreta que no coincide exactamente con lo que observamos con el telescopio. Aquí es donde reside el verdadero valor de la observación: el comportamiento de la actividad asociada a los grandes grupos puede diferir del que muestra el resto de los grupos.
Para poder obtener algún resultado es preciso utilizar un cierto método que consistirá simplemente en hacer un recuento diario de las manchas visibles a simple vista (en adelante llamaremos SV a este valor). Al contrario que con el número de Wolf, no tendremos en cuenta si las manchas están asociadas en grupos o se encuentran aisladas por lo que el trabajo, si cabe, es más sencillo. Al final, todos los meses calcularemos el promedio (SV). Muchas veces SV será inferior a 1 debido a que, durante el mes, es frecuente encontrarse al menos algún día sin manchas.
En la siguiente gráfica hemos representado los promedios SV y el número de Wolf (R) obtenidos en los últimos años.
En la gráfica se pueden destacar dos hechos importantes. En primer lugar, el ciclo de 155 días que se detecta con R aparece también cuando se utiliza el índice SV. De hecho, el pico que debería producirse a principios de 1999 esta ausente en el número de Wolf pero surge claramente en las observaciones a simple vista. Por otra parte, parece haber un cierto desfase de manera que los picos en SV a veces se producen aproximadamente un mes después de las que tienen lugar con R. Esto indica que, cuando la actividad aumento, primero lo hizo en forma de pequeños pero numerosos grupos y después aparecieron los de gran tamaño. No es un hecho nuevo. A mayor escala, se sabe que desde hace tiempo que el máximo del ciclo undecenal puede retrasarse incluso varios años cuando sólo se consideran los grandes grupos.
Unos meses es poco tiempo y lo anterior es apenas un resultado preliminar. No obstante, esperamos que pueda servir como iniciación a este tipo de observación fácil y cómoda de realizar.