—Si contáis mis protones y neutrones, os daréis cuenta de lo que soy: un átomo de Carbono. Me llamo Anth y voy a contaros mi historia.
Nací hace aproximadamente 10.000 millones de años, en el interior de una gran estrella. Allí hacía tanto calor que era como un gran horno donde los átomos se unían unos con otros, y de la unión de dos átomos de Litio nací yo. Ellos tenían tres protones cada uno, y por eso yo tengo seis.
Como recuerdos de infancia sólo puedo decir que allí hacía cada vez más calor, y que los átomos seguían uniéndose para formar otros átomos cada vez más pesados, ¡hasta de hierro! y todos estábamos apiñados. Hasta que un día ¡¡¡Bummmm!!! hubo una enorme explosión, que creo que llaman supernova, y todos salimos catapultados al espacio. Además con la fuerza de la explosión se formaron otros átomos muy raros y grandes, que yo no conocía: como los de oro, plata o plomo. Y todos salimos volando a una velocidad de vértigo.
¡El espacio era inmenso! Yo, que nunca había salido de mi estrella, no hubiera podido imaginarlo. Podría pasarme millones de años ahí flotando, pensé. Bueno, en realidad, eso es lo que hice, quedarme allí flotando millones de años... Dicen que estábamos en una nebulosa, pero yo no veía a nadie. El átomo más cercano a mí estaba a varios centímetros, así que aquello era un poco aburrido.
Sin embargo un día, no sé muy bien por qué (creo que otra explosión lejana debió sacudirnos) me encontré chocando con los demás átomos que había por allí. Fue un poco caótico, ninguno sabíamos para dónde ir y no hacíamos más que tropezarnos unos con otros. Pero me di cuenta de que más y más átomos se iban uniendo a nosotros, y en pocos millones de años ya formábamos entre todos una gran bola de materia que giraba, y que se iba aplastando en forma de disco.
Y resulta que un día, la parte central de aquel disco se puso a brillar. Se había convertido en una estrella, como aquella en la que nací. Pero esta vez no me tocó estar dentro, sino que me quedé más afuera, girando alrededor de ella. Y conmigo muchos otros átomos diferentes: de oxígeno, nitrógeno, fósforo, azufre, aluminio, hierro, oro... Y todos, alrededor de la estrella, nos íbamos agrupando en inmensas bolas. Bueno, inmensas para mí, pero bastante pequeñas comparadas con la estrella en torno a la que girábamos.
Y en una de esas bolas, en la que llaman Tierra, vivo desde entonces. Es un planeta muy entretenido. Durante bastante tiempo viajé acompañado por dos átomos de oxígeno. Formábamos un buen equipo: éramos una molécula de CO2 que flotaba por el aire de un lado para otro. Hasta que un día nos respiró una planta, y dentro de ella me separaron de mis amigos los dos átomos de oxígeno. ¡Me dio mucha pena! Me metieron en una molécula muy grande de celulosa, y después de poco tiempo me dijeron que estábamos dentro de una vaca, donde ocurrieron procesos muy complicados y al final llegué a donde vivo ahora: dentro de un niño muy simpático que no para quieto y nos hace circular muy deprisa. Porque ahora estoy en una molécula de hemoglobina que forma parte de un glóbulo rojo, y no hacemos más que ir y venir. Mi molécula es como un camión, que carga átomos de oxígeno y los lleva de un lugar a otro. A veces, cuando me encuentro a uno de estos átomos de oxígeno, le pregunto: “¿Quizá tú naciste en la misma estrella que yo?”
— ¿Quién sabe? —me responden con indiferencia—. Todos nacimos en una estrella, pero ¿cómo saber en cuál? ¡Ha habido tantas y tantas estrellas...!
Y se van. A veces pienso que sólo yo me preocupo de esto.
Me ha contado Hydor, un viejo y sabio átomo de Hidrógeno que vive en mi misma molécula, que así será toda la vida. Un día saldré del cuerpo de este niño, y quizá formaré parte de más seres vivos, o vagaré por el aire o por el suelo... y al final, nuestro Sol se hinchará y se tragará todo esto. Aunque dicen que el Sol no tiene intención de convertirse en supernova, de lo que me alegro, pues aquello fue un poco brusco, la verdad sea dicha. Pero sí que terminará arrojándonos a todos al espacio otra vez. Y dice Hydor que la historia volverá a empezar. Él afirma que este Sistema Solar es su tercera estrella (yo creo que exagera...) y que espera ver bastantes más.
Me fascinan estas cosas que cuenta Hydor. Estaré en este Sistema planetario hasta el fin de su Sol, y después, ¿quién sabe qué otros mundos, qué otros seres me tocará formar?
Hoy tenía ganas de preguntarle a mi sabio vecino cómo era la vida cuando él era joven.
—¿Estabas tú allí cuando nació el Universo, Hydor?
—Oh, no, no soy tan viejo... Pero sí que nací pronto, cuando el Universo tenía apenas unos días. Sí, lo recuerdo. El Universo de mi juventud era un poco aburrido, pues sólo estábamos el Hidrógeno y un poco de Helio..., y lo único que sabíamos hacer era formar estrellas. Pero claro, en el interior de éstas enseguida empezasteis a nacer vosotros, los átomos pesados. Con vosotros el Universo es mucho más variado, ya que habéis formado planetas, rocas, agua... incluso seres vivos.
Me alegra que alguien recuerde nuestros orígenes, y que se interese por ello. He oído que algunos compañeros nuestros viven en unas células llamadas neuronas, y que gracias a ellas, las personas comprenden todas estas cosas. Porque yo, amigos, sólo soy un átomo de Carbono, y los átomos sólo pensamos y hablamos... en los cuentos. Los únicos que tenéis capacidad para reflexionar sois vosotros, los seres conscientes, y gracias a ello este gigantesco conjunto de átomos que es el Universo, puede aspirar a comprenderse a sí mismo.